9- LA COFRADÍA DE SAN PEDRO Y LOS SEÑORES DE ZUBIETA

El final de una vieja costumbre

El día de San Pedro de 1603 se produjo un notable cambio en los actos que se acostumbraban celebrar en esas fiestas.
Por antigua costumbre, el día de San Pedro, sobre las tres de la tarde, salía en pasacalle por la villa una comitiva compuesta por más de veinte danzantes que, al son de flauta y tamboril, acompañando a los cofrades mareantes de la villa y a la Justicia y oficiales del Regimiento de ella iban a la casa del mayordomo cesante, de donde sacaban el arca que contenía las cuentas de la Cofradía de Mareantes de San Pedro. Unos cuantos jóvenes cargaban con el arca a hombros, en ella se subía un hombre disfrazado de San Pedro y a los lados del arca se colocaban otros dos hombres disfrazados representando a San Andrés y a San Juan. De esta manera, danzando por las calles al son de flauta y tamboril y tirando disparos de arcabuz, se dirigían hasta la vivienda del nuevo mayordomo y en ella se dejaba el arca hasta el año siguiente. Estos danzantes a los que se hace referencia eran vecinos de la anteiglesia de Mendexa, a los que se elegía entre los marineros  que trabajaban en las txalupas de Lekeitio.
En años anteriores a 1603, aparte de la celebración anterior, llamémosla oficial, cuando el arca que contenía las cuentas de la Cofradía de Mareantes se encontraba ya depositada en la vivienda del nuevo mayordomo, el mismo día San Pedro, los mencionados danzantes y disfrazados tenían por costumbre ir a la casa de Zubieta, acompañados de flauta y tamboril, donde se les daba una merienda compuesta de abundante carnero, ocho picheles de vino, gran cantidad de bizcochos y panes y otros regalos. A continuación, los danzantes acompañaban a los señores de Zubieta hasta la iglesia de Santa María donde se celebraba la misa, tras la cual, de la misma manera los danzantes acompañaban a los Adán de Yarza hasta la casa de Zubieta.
Ni danzantes ni disfrazados estaban obligados a acudir a parte alguna ni casa particular, excepto que por su voluntad así lo quisieran hacer.
En este caso el enfrentamiento con los Adán de Yarza se produjo a causa de que, a instancias del abogado Sebastián López del Puerto, se consiguió que una gran mayoría de vecinos, reunidos en la casa del Concejo, acordasen por votación boicotear estas costumbres relacionadas con la casa de Zubieta; dando fin de esta manera a la pleitesía que rendía el pueblo llano al linaje más poderoso de la villa. Así, a partir de 1603, se dejó de acudir a la merienda de Zubieta y se dejaron de realizar los mencionados acompañamientos; cosa que causó el enojo de los señores de Zubieta. Enojo que se tradujo en una denuncia contra la Cofradía de mareantes presentada ante el Obispado de Calahorra.
El denunciante fue Martín de Lariz, vicario de Santa María de Lekeitio y persona de la parcialidad de los Adán de Yarza, el cual, manifestando defender los intereses de la Iglesia y del Obispado de Calahorra, denunció la manera en que se disfrazaban los danzantes que interpretaban a los tres apóstoles, aduciendo que hacían uso de ornamentos dedicados al culto divino en una celebración profana. Ante tal denuncia, el fiscal general del Obis­pado de Calahorra, acusó criminalmente a los mayordomos de la Cofradía; estos se defendieron de tales acusaciones y recurrieron por lo civil al Juez Mayor de Bizkaia y al Presidente y Oidores de la Chancillería de Valladolid, los cuales dieron la razón a la Cofradía.
Durante las fiestas de San Pedro de 1605 se produjo un duro enfrentamiento entre los mareantes de la Cofradía de San Pedro y el señor Salazar, visitador del Obispado de Calahorra que se encontraba en Lekeitio; enfrentamiento debido a que los danzantes y disfrazados de apóstoles, habiendo sido requeridos para ir con la danza a la casa de Zubieta, se negaron a ello. Postura que produjo el enfado del visitador Salazar que, como castigo, prohibió la celebración de la kaxarranka. La prohibición no tuvo efecto al ordenar Felipe III que se respetara la costumbre de la procesión, por su antigüedad y debido a que no se consideraba como profanación. Este enfrentamiento pone de manifiesto que, los mareantes de la Cofradía de San Pedro, seguían manteniendo el boicot acordado en 1603 contra los señores de Zubieta.
                                                                                                                  Iñaki Madariaga Valle. 2014